No eres feliz. En cualquier caso, tampoco eres infeliz, ni desgraciado. Estás perfectamente sano, eres considerado una persona inteligente, atractiva, y además tienes dinero en el banco, más del que necesitas. Te has montado la vida de tal manera que si te preguntan por tu felicidad puedes recitar una lista con la que queda demostrada.
Pero no eres feliz. En esa lista sólo hay cosas. Y has llegado al convencimiento de que las mejores cosas de la vida no son cosas. Es esa clase de pensamiento que tienen los que están más cerca de su ocaso que del alba. Sabes que eso es bueno, que estás convirtiéndote en la persona que quieres ser. Quieres entender la vida cuando aún te quede tiempo para vivirla. Pero te jode.
Eres joven. Eres joven y tienes miedo. Ni siquiera sabes de qué. Eres capaz, ni temeroso ni imprudente. Pero tienes miedo. Has sido educado con el propósito de encajar en la sociedad; en su parte buena, incluso. Pero miras a tu alrededor, a tu pequeño mundo, y no ves felicidad. Encajas en un sitio en el que no quieres estar, pero estás ahí porque es donde encajas.
Lees libros, ves películas. Y te gustan. Lejos de ser una distracción, te han acompañado en toda clase de momentos. Sus historias siempre te dicen: hizo esto porque. Y, mientras tanto, la vida te dice: hizo esto. Entiendo que te gusten los libros. En ellos te explican lo ocurrido, cómo y por qué pasó lo que pasó. Pero siempre te explican la vida de otras personas, de otra gente, nunca la tuya. Y empiezas a preguntarte cómo será tu propia película, la que sólo se proyecta una vez, como despedida, como cierre. No tienes miedo de que sea mala; lo que realmente temes es que sea aburrida.
Estás viviendo la vida a medio gas, y eres consciente de ello. Por la noche das vueltas entre las sábanas pensando en cómo debería ser todo, en cómo podrías cambiar a mejor, pero al día siguiente te levantas anhelando sólo el momento en el que volverás a la cama. Te convences de que no merece la pena. Lo que más rabia te da es que crees tener las respuestas, pero nunca las preguntas son las adecuadas. Nunca es el momento.
Eres incapaz de imaginarte dentro de cinco años. Y si lo haces, te ves parecido. Atrás quedan esos tiempos en los que tu futuro lo ocupaba un ser extraordinario, en los que tenías la certeza de que pasaría algo que te transformaría radicalmente. Y esperaste a que llegase. Así te has quedado estos años, esperando. Esperando a que alguien llegue y cambie por ti, a que alguien mejor ocupe tu lugar.
Estás en un camino que no sabes dónde acaba. Has andado lo suficiente como para olvidar también dónde empieza. No preguntas, porque eres demasiado orgulloso para reconocer que te has perdido, y desconoces si los desvíos que de cuando en cuando se presentan llevan a un sitio mejor. Pero sigues caminando porque crees que es lo que debes hacer.
Y mientras tanto, la vida sigue. Sigue sin ti. La ves de lejos. Estás de vuelta de todo sin haber estado en ningún sitio. Existes, y lo haces porque no sabes hacer otra cosa.
Mil gracias Saportes por prestarmelo
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